Las cosas son raras
Recuerdo una reseña escrita a raíz de una exposición fotográfica que hice, hace ya más de 20 años, en la que el autor de esta tildó mis imágenes de «paisajismo en blanco y negro». Por entonces yo era bastante más joven de lo que soy ahora (optimismo de xennial fofisano) y como el desencanto todavía no me ha había dado fuerte en la cara, aún soñaba que, con el tiempo, me haría un hueco respetable en el olimpo fotográfico. Sí es verdad que en aquella época todavía fotografiaba exclusivamente en blanco y negro, como también es verdad, que la mayoría de mis fotografías eran tomadas en exteriores. Pero nunca he tenido, ni entonces ni ahora, ningún interés por el “realismo” del espacio fotografiado, ni a la hora de verlo, ni a la hora de capturarlo en una fotografía. Aquello del «paisajismo en blanco y negro» me sentó un poco como una patada en mis partes colgantes, más por el hecho de pensar que, quizás, mi estilo fotográfico (si es que había alguno entonces) pudiera estar sumido en cierta indefinición, que por el de una reseña escrita por alguien que, presumiblemente, no había entendido muy bien de qué iba la cosa, seguramente como consecuencia de lo primero.